"Buscan navíos hundidos de Hernán Cortés en el
Golfo de México”
La nota apareció en varios
periódicos nacionales, el 31 de julio y 1 de agosto, y por lo que me doy
cuenta, casi nadie le ha dado la importancia que tal suceso merece.
No quiero ser uno de ellos.
Resulta que, Roberto Junco, titular de la Subdirección de
Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) de México, y los arqueólogos
subacuáticosFrederick Hanselmann y Christopher Horrell, de la Universidad
de Miami y el Buró de Seguridad y cumplimiento ambiental de Estados Unidos respectivamente,
son los encargados de esta "burocrática tarea”, la cual están realizando en una triste lanchita de pescadores, donde los gringos son los que llevan la batuta.
Eso es todo.
¿Qué
podemos esperar? ¿Acaso el INAH no entiende lo que tiene enfrente? El tapabocas
que se pone a sí misma, o le ponen a esta institución, para darle difusión a
una de las más colosales epopeyas de la humanidad, y descubrimientos de lo que
hoy somos los mexicanos, es sencillamente una vergüenza nacional.
Quizás
no encontremos más allá de algunos herrajes, o maderamen de los restos de
aquellos legendarios bergantines y carabelas, que salieron casi huyendo del
feroz brazo y envidia del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, quien había
autorizado y cancelado casi simultáneamente la partida de Cortés a tierra firme.
Para
mí, bastaría que encontraran una viga, o un pedazo de fierro, para amarrarnos definitiva y permanentemente a nuestro pasado, el cual, gobiernos de España y de México no han
querido aceptar en los últimos 499 años. Como sea, esta conquista fue tan
grande que, hasta el día de hoy, rebasa el poder de cualquiera que desee disfrazarla.
Posiblemente
los actuales expedicionarios gringos, o no tengan idea de lo que realmente
persiguen, o tienen tanta idea ―que como siempre―, se encargarán de ocultarla
al pueblo de México, o en el mejor de los casos, minimizarla a grados extremos.
¿Y el INAH que hace entonces? ¿no tiene equipo o gente preparada para hacerlo
sin intervención extranjera?
Querido
lector: esto ocurre siempre en nuestro país, cuando intentamos hablar de
personajes que fueron protagonistas de cambios inimaginables, fascinantes,
alucinantes, y generadores de profundas metamorfosis, como el caso del joven conquistador
de 34 años, quien junto con Malintzin y su fabuloso adversario de 53 años, el
emperador Moctezuma, casi logran un nuevo mundo que jamás pudimos ver como
ellos lo imaginaron. Como sea, creo que usted y yo ―a menos que sea extranjero―,
somos y tenemos las dos sangres, aunque muchos se avergüencen de alguna de las dos.
¿No
me cree? Lo invito a que vaya al templo de Jesús el Nazareno, en el hospital de
Jesús, en la calle de República de Salvador y Pino Suárez. Acérquese al altar,
y voltee su mirada del lado izquierdo donde podrá comprobar una triste placa de
bronce, con fondo rojo, donde dice "Hernán Cortés 1485-1547” que conserva parte
de la osamenta del conquistador. Es todo.
Ahora
bien, y suponiendo que alguien sea gran defensor de nuestras raíces mexicas,
podría entonces decirme, ¿dónde está el monumento al gran emperador Moctezuma?
Ni
uno, ni otro…
¿Me
va a decir que la gloria le pertenece a Cuitláhuac o a Cuauhtémoc?
Tuve
que escribir 356 páginas en mi segundo libro de "La Grulla Parda”, para estar
seguro de que no.
Claro
está, que si vamos a París al Palacio de Los Inválidos, nos encontraremos bajo
su cúpula, la impresionante tumba de Napoleón, que si bien es legalmente
francés, él nació en Córcega un año después que Francia había comprado esa isla a Italia.
Su nombre realmente era Napoleone di Buonaparte. Este inmortal conquistador es
técnicamente italiano, de padres italianos, y los franceses lo honran con una
tumba grandiosa y magnífica.
¡Permítame
un momento, pues imagino que está pensando! Usted dirá… ¡El emperador Napoleón
conquistó grandes territorios! y yo le pregunto: ¿Y que le queda hoy a Francia
de todo eso? Pudo haber escrito su código napoleónico, sin dejar atrás casi 10 millones de cadáveres, y seguir con lo que ya tenía de tierra, sin humillarse a dejar todo lo que en teoría había conquistado este megalómano emperador.
Y
ahí va otra pregunta: ¿Qué nos queda a nosotros los mexicanos?
Respuesta:
La conquista del capitán Hernán Cortés, junto con lo que ya tenía hecho el emperador y tlatoani, Moctezuma Xocoyotzin II, nos
deja hoy, tres veces más de territorio de lo que Napoleón hizo y de lo que ya tenía, y que actualmente le queda a Francia. Podríamos tener el doble, es decir seis veces más de superficie, de no ser por la "pequeña molestia" que nos causó James Polk en 1846-1848. En fin...
¿Qué
tanto defendemos lo conquistado? ¿Qué tanto aprovechamos lo conquistado? ¿Qué
tanto conquistamos día a día lo conquistado?
Entonces,
queridos lectores, con esto les dejo la tarea de visitar dicho templo, observen
la placa, sientan profunda vergüenza de lo que permitimos, así como del lugar
que aún no hemos podido reconocerles a Cortés y Moctezuma. Agradezcan lo que tenemos. Ser conquistador y
conquistado, es algo efímero y pasajero, pues si bien el primero fue
conquistador del segundo, hay que recordar que el segundo fue conquistador de
otros, y al primero le fue arrebatado todo 300 años después. Todo es relativo,
y lo que importa es la cadena de personajes que no entendemos, y peor aún, permitimos
que las autoridades no reconozcan el lugar y mérito que les corresponde.
¿Cuando seremos capaces de construir un edificio o palacio, donde honremos por igual a Moctezuma y Cortés?
Moctezuma demostró una inverosímil capacidad estratégica, ante una inminente derrota. Mantuvo la calma, usó la inteligencia, y evitó provocar al enemigo una vez que lo tuvo frente a frente. Decidir con clase y dignidad lo mejor que puedas hacer, cuando te sabes perdido, es una muy poderosa facultad que pocos tienen.
Cortés
dejó claramente señalado en su testamento que deseaba ser enterrado en la Nueva
España, y sus congéneres lo impidieron, hasta que Lucas Alamán se dio a la
tarea de cumplir esa última voluntad.
Cortés
renunció mental y físicamente a España al hundir sus naves.
Cortés,
sin proponerse nada para las futuras generaciones, nos dejó a los mexicanos, y al mundo
entero, la mejor idea para todo emprendedor, a la cual le dediqué el capítulo ocho de mi libro "La Grulla Parda”, y que se intitula:
"Hunde
tus naves”
Mural en el Hospital de Jesús. Antonio González Orozco, 1981-1990.
® DERECHOS RESERVADOS
CLAUDIO MÁRQUEZ PASSY
Si deseas conocer otras entrevistas con grandes personajes de nuestra historia, pongo a tu disposición mi primer libro "Entrevistas en el tiempo 1519 - 2019", o el segundo: "La Grulla Parda", que es un emocionante viaje durante la invasión de América... o debo decir: ¿conquista?