Hace mes y medio que mis trece lectores no saben de mí. Una disculpa, pero la razón es la siguiente:
No es sencillo digerir un gran cambio como el que se cierne en
nuestro país, y en un caso así, prefiero tomar distancia, y observar antes de
hablar. No se pueden sacar conclusiones simplistas sobre la rodilla, y por lo
mismo lo único que puedo hablar con cierto conocimiento de causa ―pues ha sido
un tema que vengo siguiendo meticulosamente hace quince años―, es el asunto del
nuevo aeropuerto, el cual hoy ya se erige en las inmediaciones donde los
mexicas fundaron su ciudad, en un lugar equivocado.
Ese islote que divisaron los emigrantes de Aztlán en 1325 fue
inicialmente un escondite, y posteriormente un lugar estratégico para dominar
al mundo. Por favor, el tema del águila y la serpiente fue para poder contar
una bonita leyenda, como muchas otras que tenemos. Los mexicas lo consiguieron, pero el gusto
apenas les duró 194 años. El sistema de chinampas, que eran islotes
artificiales para maximizar la producción agrícola acabó desecando gran parte
del lago, y Cortés continuó con el error urbano, construyendo y extendiendo la
ciudad del nuevo mundo.
La naturaleza se ha encargado periódicamente de cobrar
facturas muy altas, con inundaciones, sismos, y malos humores de don Goyo.
Con la naturaleza no se negocia.
Entrando en materia, estamos ―junto con el presidente
electo― frente a una decisión delicadísima, pues el más pequeño error de cálculo
podría desembocar en una tragedia histórica.
Queridos lectores, ya comprobarán que no exagero, pues dicha
tragedia, de hecho, ya se inició desde que la obra del aeropuerto arrancó en septiembre de
2015, y se eligió el proyecto equivocado, en el lugar equivocado. Lo vengo
relatando desde 2003, y el lector puede comprobarlo en lecturas anteriores.
Llevamos 693 años de querer vivir en una ciudad flotante y
gelatinosa, como si no hubiera suficiente tierra firme en el resto de los casi
dos millones de kilómetros cuadrados de territorio que aún nos quedan.
¡Qué necedad!
Ahora bien, y aclarando que desde hace diez años que ya no
vivo en La Ciudad de las Chinampas, y habiéndole restado algo de peso a la
misma, entro al meollo del asunto:
El error ya se cometió. El hoy presidente electo, incluso
antes de ser candidato, ya lo había señalado con toda oportunidad antes de
iniciar la obra con su proyecto alternativo, y lo que era de
esperarse, nadie le hizo caso. Se eligió el proyecto y lugar equivocado, y actualmente la obra presenta un avance muy importante, pero está en un punto de
imposible reversa.
Suspender la construcción y en su caso, dejarla abandonada,
sería una decisión a todas luces irresponsable, visceral, y peor pensada de lo
que desgraciadamente ya se decidió. El daño ecológico de rebanar una cantidad
inverosímil de cerros y montañas ya está concluido. El desahucio de aves
migratorias ya está ejecutado. La desaparición del último gran pulmón de la
ciudad de México ya se logró. La desecación total de la cuenca del ex-lago de
Texcoco ya se concluyó en tiempos récord. Ya no se podrá sembrar ni remolacha.
Muchos ejidatarios del municipio de Atenco, donde realmente está la obra y no en el
municipio de Texcoco, siguen violentados en sus derechos de propiedad.
Como sea, todo lo que se ha hecho, es desecar, en lugar de reinundar
para rescatar el agua de la cuenca del Plan "Lago de Texcoco” que desde 1965
estaba diseñado por los ingenieros Nabor Carrillo y Gerardo Cruickshank. Era un plan
de reserva ecológica. En cuestión de días cambiaron la ley a modo. De hecho, lo
último valioso del lugar que era el lago con el nombre del mismo ingeniero Nabor
Carrillo, ya está afectado severamente. Las últimas aves que ahí están, ya
hicieron maletas, y muchos patos van de regreso a Canadá. ¡De mejores casas los han corrido!
¿Qué hacer entonces?
¿Cuál es la mejor solución ante todos estos hechos
irreversibles?
Me hubiera gustado subirme a mi máquina del tiempo, y cambiar las circunstancias para que esta obra nunca se hubiera iniciado, pero ya no hay remedio ante tan fatal y pésima decisión tomada en 2015.
Queridos lectores: No se trata de buscar la mejor solución,
sino la menos mala.
Mi sugerencia para el presidente electo es que se revise todo el proyecto arquitectónico, y
ver que se puede modificar del mismo, para rescatar e incluir el que tenía en
mente el Arq. Teodoro González de León (q.e.p.d.) junto con el Arq. Alberto Kalach.
Hay que dejar de desecar brutalmente, para volver a inundar controladamente la zona del
desaparecido lago de Texcoco. De este modo se podrá evitar un mayor deterioro que, de no hacer algo drástico, en
el cortísimo plazo lo estará pagando muy caro la hoy CDMX. Como dato curioso, en el mismo otoño de
2015, al autor del actual proyecto del NAIM, el Arquitecto
Norman Foster, le demolieron en su totalidad, en Las Vegas, el hotel Harmon Hotel and Spa, porque los inspectores le habían encontrado solamente ¡7000 defectos de construcción!
¿Acaso el gobierno de México no le pidió su currículum antes de contratarlo?
Usted podrá apreciar un par de ilustraciones del proyecto de González
de León y Kalach, para ver si aún estamos en tiempo de rescatar, reparar,
parchar, curar, componer, restaurar, rectificar, corregir, enmendar, una de las
peores decisiones jamás tomadas en la historia de esta ciudad.
Suspenderla y abandonarla, dejó de ser opción.
Por último, queridos lectores, debo decirles que este tema, junto con el proyecto cancelado del tren México-Querétaro, fueron la causa de escribir mis "Entrevistas en el Tiempo”, la cuales, posteriormente convertí
en libro.
Cuando viajé con
el rey Nezahualcóyotl, y lo entrevisté un dos de septiembre de 2014 para anunciarle que su lago que tanto había
amado y cuidado ―construyendo un dique para proteger inclusive a la gran Tenochtitlan―, había sido elegido
para una fatal obra como ésta, se puso furibundo. Ya no quise alargar mucho
la plática con él, y tuve que tomar mi máquina del tiempo para regresar a mi época.
Estoy seguro de que, si no se hace algo que demuestre un gran
nivel de astucia, inteligencia, amor y respeto a la ciudad, y se sigue la obra tal
cual, o se suspende y se abandona, prometo regresar con él, pues con toda
seguridad, aunque era rey poeta, pero a la vez un guerrero indomable, no dudo que
esta vez considere tomar venganza.
Un rey, un príncipe, o quien hoy le llamamos presidente, no es eterno; pero muchas veces sí, las obras que éste realiza.
Querido lector, le dejo un fragmento del poema de Nezahualcóyotl llamado: ¿A dónde iremos?
¿A dónde iremos
donde la muerte no exista?
Más, ¿por ésto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.
Aún los príncipes a morir vinieron,
los bultos funerarios se queman.
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.
® DERECHOS RESERVADOS
CLAUDIO MÁRQUEZ PASSY
Si deseas conocer otras entrevistas con grandes personajes de nuestra historia, pongo a tu disposición mi primer libro "Entrevistas en el tiempo 1519.2019", o el segundo: "La Grulla Parda", que es un emocionante viaje durante la invasión de América... o debo decir: ¿conquista?